Por la gracia de Dios llegué a Al-Anon en busca de ayuda para mis seres queridos que empezaban a beber. Para entonces me sentía desesperada por impedir que ellos destruyeran sus vidas. Cuando encontré esta comunidad que me recibió con mucho cariño sentí aceptación y pertenencia.
En Al-Anon empecé a compartir mi experiencia, las reflexiones sobre la literatura de Al-Anon o simplemente podía escuchar. Poco a poco fui entendiendo que yo estaba afectada por la enfermedad del alcoholismo, lo que me provocaba mucho temor, ansiedad y angustia. En el camino había perdido la tranquilidad y esperanza por el alejamiento con Dios. Los miembros del grupo me animaron a que ayudara en la coordinación de las reuniones, que escogiera una madrina y practicara los 12 pasos para mi recuperación. Compartir mis experiencias y servir, me ha ayudado a entregar mi vida y mi voluntad al cuidado de un Poder Superior, y así, “Un día a la vez”, conseguir el tan anhelado don de la serenidad.
Hoy sé que Dios me ha regalado la vida y que soy un ser humano digno de amar y ser amado. Al-Anon me ha devuelto la dignidad a mí y a mis seres queridos, gracias a que comprendo que sus vidas les pertenecen a ellos.
Hoy me siento muy agradecida con Dios, con mis familiares y con Al-Anon porque me salvaron la vida a través de la aceptación, la fe y la humildad.
Jackeline C.
Guayas